PUBLICADO EN PAGINA 12
Un fantasma que recorre el conurbano bonaerense
Marcelo Adrián Arenales es vicepresidente de Covelia SA, la empresa más importante en el millonario negocio de la basura. Pero vive en una casa humilde de uno de los barrios más empobrecidos del GBA. La empresa es cuestionada por los intendentes.
La cuadra de Ingeniero Budge donde vive Marcelo Adrián Arenales, vicepresidente de Covelia SA desde 1999.
Por Alejandra Dandan
Espronceda es el nombre de una de las calles pobres del conurbano bonaerense. A quince cuadras del Puente La Noria, esa grieta de tierra se introduce en el distrito de Ingeniero Budge aprisionada por dos cordones de pobreza. Al 2560 de Espronceda vive, sin embargo, uno de los supuestos empresarios más prósperos de la provincia de Buenos Aires. Según los documentos de la Inspección General de Justicia (IGJ), se trata de Marcelo Adrián Arenales, vicepresidente de Covelia SA desde 1999, nada menos que una de las empresas más importantes del millonario negocio de la basura bonaerense. De acuerdo con las denuncias de los intendentes del conurbano, cuando hay un conflicto con la empresa siempre aparece detrás la figura de Pablo Moyano, secretario general de Camioneros el hijo del titular de la CGT. Lo que los papeles no dicen, en cambio, es que Arenales es un empresario fantasma, que vive en una villa de emergencia y que su nombre está asociado además a otras 94 compañías.
–¡¡¿¿Así que soy empresario??!! –dice él, haciendo puerta. Remera Adidas, pantalón corto y mano derecha enyesada, lista para trompear–. ¡¡Mire qué empresario que soy!! Eh, ¡¡¡mireeee!!! ¡Míííreme! ¡¡¿¿Así que los empresarios ahora vivimos en esta pobreza??!!
Según el expediente de la IGJ, Marcelo Arenales fundó el 28 de octubre de 1999 uno de los pulpos económicos más poderosos de la provincia. Con una socia llamada Máxima Amanda Correa estableció la sede legal de Covelia SA en José Terry 390, 2º piso, de la ciudad de Buenos Aires con un capital social de 12 mil pesos. La sociedad quedó registrada con el simbólico 16.666 del libro 8 del Tomo de Sociedades por acciones. Correa tomó la presidencia y Arenales el puesto de vice.
Covelia & Cía
Covelia SA ahora es una de las compañías más importantes del puñado de empresas que manejan el negocio de la basura en la provincia, un terreno sinuoso y conflictivo, en el que se mueven vigorosos intereses económicos y políticos.
Las jefaturas de los gobiernos territoriales locales destinan al pago de los residuos nada menos que entre 19 y 25 por ciento de los presupuestos. Incluso, Tres de Febrero pagó durante años hasta 33 por ciento. Covelia SA mantiene contratos con San Miguel, Merlo, Lomas de Zamora, San Martín y Escobar, según su página web. Acaba de ganar Tres de Febrero con una adjudicación directa; en Lanús debe rediscutir su contrato en octubre y está a punto de terminar en muy malas condiciones su acuerdo en Esteban Echeverría.
Fueron los camioneros de Covelia SA los que el último mes de febrero se plantaron en una huelga de 12 días ante la municipalidad de Esteban Echeverría para impedirle al nuevo intendente bajar el costo del servicio de dos millones a 1.600.000 pesos. El municipio se inundó de olores y hasta intervino Pablo Moyano: “Quieren despedir a los compañeros y reemplazarlos con los beneficiarios de los planes Jefas y Jefes de Hogar”, denunció a la par que declaraba el estado de alerta y movilización en toda la provincia. En medio de la batalla, el intendente Fernando Gray perdió un camión del trasporte comunal carbonizado. Lo mismo sucedió en Necochea en 2006.
Hay que aclarar que no hay papeles que acrediten vínculo alguno entre Pablo Moyano y Covelia. Pero lo cierto es que desde su fundación en 1999, la metodología es siempre la misma: una vieja empresa recolectora que incumple, sobreviene la negociación y comienza la firma de un contrato fastuoso que consume al municipio. Y si bien los costos del nuevo servicio son descomunales, los intendentes sostienen que les queda poco margen de negociación. Es que, como ellos mismos reconocen, una semana de basura regada por la ciudad es políticamente impagable.
Arena, arenita
Marcelo Arenales siguió vinculado a Covelia SA luego de su creación, pero su compañera Amanda Correa dejó el directorio a poco de empezar. El 29 de diciembre de 1999, la firma sumó un nuevo presidente: Marcelo Fabián González, según los registros casado con Claudia Depresbiteris, miembro de la familia a la que se le atribuye popularmente la propiedad de la firma. Arenales entonces quedó como suplente.
Medio año después, 12 de julio de 2000, Covelia SA se mudó de Terry a Tucumán 810 1º piso. Y a partir del 12 de octubre, expandió sus actividades para adquirir “acciones y derechos” de Norvar SA en vistas a una licitación pública de San Miguel, probablemente el contrato de la basura que retiene hasta ahora. Así, ingresaron dos nuevos accionistas: Marcelo Fabián González en calidad de tal y alguien llamado Marcela Elvira Mete. Ambos, de Lanús.
En todo ese tiempo, Arenales diversificó sus funciones. Como un pulpo de brazos descontrolados logró manejar por lo menos otras 94 compañías, creadas entre octubre de 1999 y enero de 2008. Siempre como parte de su directorio en algunas permaneció largo tiempo o permanece y de otras ha desaparecido. En 1999 su socia siempre fue Correa. En muchos de los casos, a poco de abrir terminaban vendiéndolas como si hubiesen sido creadas para eso.
Cowes SA, Coypel SA, Corbiet SA, Cowenly SA son algunos ejemplos. Todas de octubre de 1999, de José Terry 390. Cowes SA tenía por ejemplo, un comercial asociado a la “compra de animales en pie para su faenamiento, refrigeración y abastecimiento de carnes”. El 28 de enero de 2000 cambió el domicilio, entró un nuevo director y una nueva empresa extranjera llamada Bartwell SA. Arenales y Correa quedaron afuera.
El dato más reiterado sin embargo es el nombre de un escribano: Rubén Oscar Erviti. Luego de un estudio, el 8 de junio de 2005 el consejo directivo del Colegio de Escribanos le sacó la matrícula por “faltas graves”.
Y un rápido buceo por los archivos demuestran que en lo suyo era un experto. “Entre los años 1998 y 1999 autorizó 356 escrituras de constitución de sociedades con su domicilio actual o anterior”, indicó el Tribunal de Superintendencia del Notario en la resolución . “Un total de diez personas, casi todas ellas en edad avanzada, intervinieron reiteradamente como constituyentes en un promedio de aproximadamente 50 escrituras societarias, y una de ellas en 74.” Esos jubilados, no sabían por qué firmaban las escrituras; eran parientes de una empleada del estudio o conocidos del dueño. Según quedó sugerido por aquella investigación, Erviti sí creaba las sociedades para venderlas. Los prestafirmas, el cambio de nombres, la desaparición de personas parecen demostrarlo.
Con Marcelo Arenales, el hombre fantasma de Ingeniero Budge, aún no se sabe si pasa lo mismo. En algunas, su nombre parece haber funcionado como cualquiera de los otros prestafirmas. Jubilados damnificados por un estafador. Sin embargo, su relación con Covelia parece distinta, al menos eso indican los papeles. Arenales no abandonó la empresa como sucedió en los otros casos; permaneció como “suplente” cuando el expediente incorpora la figura de Marcelo González quien sin duda es una de las personas de responsabilidad.
Página/12 revisó archivos de datos de bases públicas como la IGJ entre otras para cotejarlo. El último cambio de directorio de Covelia sucedió en 2007 y esa hoja no está incorporada aún al expediente. Puede suceder que en ese momento, Arenales haya abandonado la compañía o tal vez no. Pero por qué una empresa con una facturación exorbitante lo mantuvo entre 1999 y 2007. ¿A nombre de quién? Y en el peor de los casos, por qué le compraron una empresa a un inventor de empresas en lugar de abrir una propia para operar normalmente. Página/12 intentó comunicarse con Covelia SA pero sus responsables no respondieron el llamado.
–Así que soy empresario –le dijo Arenales a Página/12 frente a la puerta de su casa. También dijo que hablaría con su abogado. Que no quería dar entrevistas porque si se la daba a Página/12 tendría a todos los medios después allí. Mencionó que perdió un documento hace “como quince años” y “vaya a saber lo que hicieron con él”. Se acordó que la AFIP un día también pasó por su casa buscando a un empresario, y dio marcha atrás apenas se asomó al lugar.
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